viernes, 8 de julio de 2011

Texto de presentación del poemario "Notas de un suicida" de Diego Cano La Torre



I
EL SUICIDIO, que muchos denominan un acto de cobardía o un acto de supremo valor, sigue siendo – en este caso – una muestra de la invalidez de la filosofía y la religión, pues ninguna de ellas ha logrado plasmar de manera convincente, por qué la gente no debe matarse. Mientras aquel asunto siga siendo una discusión, una celebración personal de suprema vanidad o la acción más estúpida, tenemos los lectores, en las siguientes páginas, un conjunto de poemas que despliegan imágenes tan contundentes como estremecedoras. Uno de los logros de la poesía de Diego Cano de la Torre es haber conciliado el denso simbolismo decimonónico con las más audaces propuestas de las corrientes de Vanguardia (sobre todo el Surrealismo). A ello podemos agregar, en cuanto a estructura, el uso constante de los paréntesis, que nos hace pensar en la postergación de la muerte y también en las formas narrativas de Guillermo Cabrera Infante en su Habana para un infante difunto. El suicida del libro (que contiene 62 poemas... quién sabe, tal vez en clave Cortazariana) es el muriente en potencia más lúcido que haya existido. Su mente transita por mares mentales, una especie de barco ebrio contemporáneo, que va mostrando las desoladas figuras de los sentimientos que envuelven al hombre. Sin embargo (el lector advertirá en su momento), esas figuras-simbolizaciones,  son los puertos fantasmas donde nos vemos representados por esas oscuridades que alguna vez nos hizo pensar en la autoeliminación, no solo física (recuerdo y parafraseo a Vallejo: “¿solo para morir, debemos morir a cada instante?”), sino sentimental.

II
LA PARADOJA del mundo contemporáneo se advierte en el título: un suicida escribe para matarse. Sin embargo, sabemos que no morirá por aquello de que "la obra nos sobrevive", entonces viene la interrogante ¿qué busca el futuro muerto? ¿por qué la necesidad de escribir?, la metáfora es sencilla (a modo del personaje de la última novela de Albert Camus, quien ayuda a cruzar la calle a un ciego y se despide haciéndole adiós con la mano. Nosotros, incrédulos diremos, ¿por qué hace ese movimiento si no mira?, el gesto, en realidad es para los que no hicieron nada): los que vivimos, o creemos vivir, vivimos en suicidio permanente; el suicida del libro está más comprometido con la vida que nosotros. Alguien ya lo había advertido (tanto buscaron la vida que desde su nacimiento ya vivían suicidándose en cada paso, en cada fornicio, en cada almuerzo, en cada muerte), incluso, San Agustín sentencia de manera impecable: “Pierde más el que busca la pasión que aquel que en su pasión se pierde”. Cano de la Torre nos advierte eso. El que vive, no escribe (por lo tanto, no crea, no existe), el que se va morir, escribe para que su muerte no sea muerte. Tiene que ser muerte nos dirá. Una expresión dentro de uno de los poemas (Asesíname), suena como un lejano intento de arrepentimiento, sin embargo, esa duda es solo un atisbo que desaparece frente a los poemas anteriores  y posteriores, pues las convicciones, graficadas en todos los textos con la contundencia de una canción de rock, nos otorga señales de vida.

III
NOTAS DE UN SUICIDA es un poemario en cuyos versos encontramos los acordes de una canción que remese las sienes, creando atmósferas de martilleo por la pasión en la palabra, que transita por los insondables lagos y caminos del corazón. Este es un libro que otorga claves de cómo suicidarnos, pero con dignidad y amor poético.

César Chambergo Rojas

Acantilado de Cerro Azul (antes de dar el gran salto), marzo del 2011.

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